Sarcopenia

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La sarcopenia (del griego “sarx”: carne y “penia”: disminución) es la pérdida progresiva de masa y potencia muscular que se observa principalmente cuando se envejece. Se acompaña de cambios en la composición corporal, entre los que sobresale un incremento progresivo de tejido graso. Cerca de un tercio de la masa muscular se pierde con la edad avanzada, pero un número indeterminado de personas comienza a sufrir esta dolencia a temprana edad sin saberlo. La pérdida de masa muscular aumenta un 2% por año pasado los 50 años de edad. La prevalencia de sarcopenia es alrededor de 25% en individuos bajo 70 años y 40% de aquellos de 80 o más años.

Según estudios de laboratorio, la sarcopenia aparece cuando un grupo de proteínas de las células musculares que funcionan como canales de calcio, llamadas receptoras de rianodina, pierden calcio. Esto genera la activación de una cadena de reacciones metabólicas que, al final, limitan la capacidad de las fibras musculares para contraerse provocando una serie de cambios estructurales y funcionales en el músculo estriado.

Además, a nivel local se incrementa la producción de radicales libres que son moléculas oxidantes altamente reactivas y dañinas para todas las células. La sarcopenia es uno de los principales factores que conducen al llamado síndrome de fragilidad del anciano, en el que ocurre pérdida de peso, pérdida de vigor, pérdida de fuerza muscular, osteoporosis, todo lo cual favorece la tendencia a las caídas y a la discapacidad. El síndrome de fragilidad termina por afectar seriamente la independencia funcional de quien lo padece, disminuyendo su calidad de vida y aumentando el riesgo de morbilidad y mortalidad. El impacto económico de la sarcopenia es inmenso, por lo que el reconocimiento y estudio de las condicionantes que llevan a la debilidad muscular y la incapacidad física en la edad avanzada, representan a la fecha una alta prioridad de salud pública. Las personas con sarcopenia presentan una mala calidad de vida y demandan mayores necesidades de ayuda social y cuidados de salud.

La sarcopenia no puede explicarse únicamente por una disminución de la actividad física. Ella es el resultado de la interacción de varios factores que ocurren a medida que avanza el envejecimiento. Sucintamente podríamos resumirlos en factores: a) del sistema nervioso central, se van perdiendo neuronas motoras alfa de la médula espinal, lo que provoca atrofia muscular; b) musculares, disminuye el número de células musculares (masa muscular) y se va debilitando la fuerza muscular que pueden desarrollar las fibras musculares (calidad muscular); c) hormonales: decrecen los niveles de hormonas anabolizantes, como GH (hormona del crecimiento), testosterona y estrógenos, lo que provoca una disminución de su efecto trófico con la consiguiente atrofia muscular; d) del estilo de vida, la sarcopenia empeora con el desuso muscular ya que una vida sedentaria produce una mayor y más rápida pérdida de músculo que una vida activa. De este enfoque debe hacerse énfasis en la mantención de la autonomía a través de la práctica del ejercicio, elemento crucial para preservar la función muscular.

La sarcopenia contribuye al incremento del riesgo de enfermedades crónicas como la osteoporosis y la diabetes mellitus. Existe evidencia de una relación directa entre masa muscular y densidad ósea. Por otra parte, la debilidad muscular, por la predisposición a las caídas, ejerce una influencia incuestionable en la incidencia de fracturas osteoporóticas del adulto mayor siendo la de cadera la más grave de todas ellas. Las personas con sarcopenia tienen mayor predisposición a presentar resistencia a la insulina debido a que la acumulación de lípidos en el músculo (mioesteatosis) origina mal funcionamiento de los receptores de insulina con disminución del transporte de glucosa hacia el interior de la célula.

La pérdida de masa muscular puede afectar de una manera importante la capacidad del organismo de regular la temperatura corporal en ambientes cálidos y fríos. En un ambiente caluroso, la reducción de masa muscular se asocia con un mayor incremento de temperatura (Kcal/kilo de peso) y se vincula con un descenso en el volumen sanguíneo, que influye en la respuesta cardiovascular al ejercicio y al calor. En cambio, en un ambiente frio, la menor masa muscular compromete la capacidad de aislamiento periférico en el proceso de termorregulación.

La sarcopenia se diagnostica a través de pruebas que exploran la función motora y mediante algunas medidas antropométricas. También se diagnostica con exámenes de densitometría de cuerpo entero, los cuales entregan valores de: a) tejido muscular (masa en gramos y porcentaje); b) tejido adiposo (masa en gramos y porcentaje); y c) contenido y densidad mineral ósea, de las diferentes regiones corporales.

Los pilares básicos de la prevención y del tratamiento de la sarcopenia son la alimentación y el ejercicio físico. En la dieta se deben consumir entre 1,2 y 1,5 gramos diarios de proteínas por peso corporal; las proteínas preferidas tienen que ser aquellas ricas en leucina, que es el aminoácido que comanda el anabolismo proteico muscular. La alimentación también debe aportar vitaminas, minerales, antioxidantes y macronutrientes energéticos como carbohidratos y lípidos en cantidades suficientes. En muchos casos hay que recurrir además, a la ingesta de suplementos alimenticios como proteína de suero de leche en polvo más conocida por su nombre en inglés, whey protein, aminoácidos ramificados (leucina, isoleucina y valina), HMB (metabolito de la leucina), alanina, creatina (para mejorar la energía muscular anaeróbica aláctica), vitamina D3, magnesio, etc. En cuanto a actividad física, deben realizarse ejercicios físicos de fuerza y resistencia por lo menos tres veces por semana, según la capacidad funcional cardio-respiratoria de cada persona. Estos ejercicios ya en un período de tiempo de doce semanas, pueden generar importantes cambios tanto en adultas mayores como en adultos mayores. La edad no es barrera en la recuperación de la masa y potencia muscular aún en personas con comorbilidades, pudiendo ayudar en el objetivo de prevenir caídas, discapacidad y pérdida de autovalencia. Además, los ejercicios de resistencia se asocian con la mejoría de numerosas condiciones clínicas de personas mayores como artrosis, osteoporosis, cardiopatía coronaria, diabetes y depresión.

Dr. Renato Orellana Chamudis.